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Tres Bragas (la novela de mi padre)

Iniciado por Sandman, 29 de Mayo de 2008, 20:30

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Thylzos

Cita de: Sandman en 27 de Junio de 2008, 16:46
si lo consigue publicar te puedes comprar un original xD

Ojalá lo consiga, la verdad que lo merece.

Gracias freyi *.*


Cita de: Gambit en 26 de Enero de 2010, 10:25
Follar cansa. Comprad una xbox 360, nunca le duele la cabeza, no discute, no hay que entenderla, la puedes compartir con tus amigos...

jmgdixcontrol


pat garret


Sandman

En  fin, Federico, mi sorpresa  fue mayúscula.  Después de un buen rato  de andar  buscando la  oficina,  Calle Real  arriba, Calle  Real abajo, cuando por fin di con ella,  la persona que me esperaba allí no tenía  nada que  ver  con lo  que me  había  imaginado.  Esperaba  una ejecutiva moderna y  lo que tenía delante, ¿qué quieres  que te diga?, no se le parecía  en nada.  Las ejecutivas son otra  cosa, no son como Inmaculada.  Jamás había visto a una  ejecutiva así y tampoco luego me he encontrado a ninguna con esa pinta, no, no al frente de una oficina como responsable de un trabajo  serio.  Inmaculada tenía toda la pinta del ama de casa cuando va a salir  a hacer la compra en el mercado del barrio.  Sin pintar,  con blusa blanca y falda gris  suelta, zapato de tacón bajo, sorprendía por la sencillez,  casi por lo humilde y vulgar de  su aspecto.   Que era  guapa, se  veía, pero  llevaba recogido  el cabello  rubio en  un  moño de  esos de  los  tiempos de  maricastaña, dándole  a uno  la impresión  de haber  vuelto a  los años  cincuenta. Tenía el aspecto de hermana mayor, de una hermana de los tiempos de la posguerra que  se dejara aconsejar  en asuntos  de moda por  una monja teresiana.   En fin,  Fede,  que  iba hecha  un  mamarracho antiguo  y asexuado carente de  toda gracia.  En apariencia, yo  no corría ningún peligro.   Pero,  claro,  eso  era  en apariencia,  nada  más  que  en apariencia.
Tuve la  inequívoca impresión de  que no le agradaba  recibirme a aquella hora tan tardía.  Le dije:
-No se preocupe por mí y  váyase a comer.  Empezaremos mañana con más calma.
-No, no -replicó-.  Ahora mismo llamo a mi madre y le digo que se pase por casa y se haga cargo de los niños.  Es la ventaja de vivir en estas  ciudades tan  pequeñas  en que  todo está  a  un paso,  siempre encuentras  a alguien  que te  puede echar  una mano.   No es  como en Madrid.   En Madrid,  aunque  quieran,  la gente  no  te puede  ayudar porque para cualquier cosa hay que hacerse un montón de kilómetros
No contradije a  Inmaculada.  Este tópico es algo  que el pueblo está dispuesto  a sostener  a capa  y espada y  que el  madrileño debe soportar con paciencia cuando visita al amigo de provincias.
Pero, sin  embargo, Inmaculada no  estaba enfadada como  me había parecido en un  primer momento, al llegar.  Se quedó  a comer conmigo. Fue éste un buen detalle por su parte pues no tenía ninguna obligación de hacerlo  y para mí  que no conocía a  nadie en Segovia,  comer solo habría resultado muy aburrido.
Eran ya las tres y media, así  que nos fuimos a comer a la plaza del Azoguejo, junto al acueducto romano, a un restaurante famoso, Casa Cándido,  en donde  se come  un exquisito  cochinillo asado  aparte de otros muchos buenos platos.  Pagó ella con tarjeta de crédito a nombre de la empresa, eso les está permitido a los delegados y, por tanto, no me extrañó.   Luego, dimos un paseo  por la Calle Real  y tomamos café arriba del  todo, en la pastelería  Limón y Menta, una  pastelería muy elegante.
Inmaculada  era conocida  en todas  partes.   Y a  juzgar por  la simpatía  y amabilidad  con  que la  saludaban,  también muy  querida. Tomando café, ya  me había ganado.  Me caía  estupendamente, una mujer poco  sofisticada, muy inteligente  y hasta  guapa.  Porque  era guapa, aunque eso sí, no tenía ni idea de como arreglarse para estar bonita.
Durante la comida me contó que era divorciada y que su marido (un egoísta  impresionante),  no se ocupaba  de ella  ni de los  niños.  Ni siquiera los recogía  los fines de semana no ejerciendo  de padre para nada, y por eso  todo lo tenía que hacer ella sin  ayuda de nadie.  De que le  preocupaban no poco sus  hijos, en seguida pude  darme cuenta, porque, en  Casa Cándido primero  y luego en  Limón y Menta,  se había levantado en varias ocasiones para telefonear a la madre para ver cómo se apañaba con los nietos.     
-No es  que sea nada grave,  pero la pequeña tiene  varicela y mi madre no  se aclara.  Está  un poco mayor,  la pobre -me  comentó como disculpándose.     
Inmaculada no se  quejaba de su suerte en la  vida, no se quejaba aun cuando  se encontraba muy  sola y desamparada.  No  era únicamente que  aquel marido  sinvergüenza no  se preocupara  de ella  ni de  los niños, es que (tal como me informó luego uno de los administrativos de la delegación), ese marido egoísta,  ese padre desnaturalizado, por no preocuparse, ni tan  siquiera se preocupaba de pasarle  la pensión que le había  fijado el juez.   ¡Verdaderamente, Inmaculada era  una mujer valiente!
Terminado el  café, nos  dirigimos a la  oficina para  iniciar la auditoría cuanto antes.  Aunque lo de  las dietas veníame muy bien, estaría justificado prolongar  por mucho  tiempo un  trabajo de  esta naturaleza, un trabajo que en  condiciones normales no puede durar más de dos  o tres días  a lo  sumo.  Mi jefe  me había advertido  en este sentido. de modo que quería comenzar a trabajar inmediatamente.
     Los administrativos eran dos  chicos jóvenes, muy verdes todavía, pero, tanto  ellos como  Inmaculada se  mostraron muy  colaboradores y dispuestos a  facilitarme la  labor.  En menos  de dos  horas habíamos confeccionado  una relación  de  clientes morosos.   Al  azar, de  los nombres que  figuraban en esta relación,  extrajimos diez expedientes. Sólo contando  los dos  últimos años,  se habían  dejado de  cobrar de estos diez, primas por más de un millón y medio de pesetas."
-Fede,  no sé  si  te das  cuenta de  las  implicaciones de  esta cuestión.   El  asunto  es  grave -apuntó  Agustín  interrumpiendo  la narración con cierto tonillo de suficiencia.
Luego prosiguió:
"El  cliente  deja de  pagar  las  primas  (a  veces no  lo  hace intencionadamente),  luego va  y se  muere y,  cuando la  inconsolable familia, ufana,  feliz y  contenta, se dispone  a cobrar  el seguro... ¡Sorpresa!, la compañía se lo niega por no estar al día en las primas. He visto  a hombres  hechos y derechos  que se  comportaban dignamente ante la  desgracia, la muerte  del entrañable abuelo, del  respetado y querido padre,  de la  querídisima madre, gente  fuerte, gente  de una vez, gente que nos  asombra en el entierro por la  entereza con que se muestran,  a éstos  mismos,  Federico,  a estos  mismos  los he  visto derrumbarse y  llorar como  niños cuando,  cumpliendo con  mi obligación, les he comunicado que el abuelo, el padre o la queridísima madre se habían descuidado en el pago  de las primas y que, por tanto, no podrían  cobrar el seguro.  Los  he visto llorar a  torrentes y hay casos  en que  llegan al  insulto.   Insultan al  representante de  la compañía de seguros,  pero también vituperan al  muerto olvidadizo, al entrañable abuelo,  al respetado  padre  o  a la  queridísima  madre. ¡Dramas de la vida y de la muerte, Federico!      En fin, que  visto este desbarajuste en el cobro  de las primas y queriendo dar la  impresión de autoridad que lleva  aparejado el cargo de auditor, exclamé con gran aspaviento:
-¡Intolerable!  ¿Cómo es posible que  no se haya preocupado usted de saber por qué estos tipos no  pagan?  Lo primero es ir a visitarlos y exigir  el   pago  de  las   primas  debidas.   ¡Esto   es  desidia! ¡Injustificable!  Sintiéndolo mucho, me voy  a ver obligado a informar de ello a la central.
Estaba siendo un poquitín duro.  Forma  parte de la técnica de la auditoría, es  mejor hacerlo  así al principio,  para luego  aflojar y mostrarse benevolentes si ello viene al caso.
-De la  mayoría sí  que se  sabe el  motivo por  el que  no pagan -replicó Inmaculada con sosegado ánimo.
-Pues lo lógico es que se  les reclamen las cantidades una y otra vez -dije.
-No se puede -dijo.
-¿No?  -dije.
-No -dijo.
-¡Ah!  ¿No?  -insistí autoritariamente.
-No se puede -repuso con calma.
La miré.  El aspecto  era de ama de casa, incluso  de ama de casa apocada,  pero   indudablemente,  tozuda.   Sostenía  mi   mirada  con tranquilidad, incluso parecía divertida.  Irritado, observé:
-Pues déme una buena razón por la que no se les pueda reclamar el pago a éstos -dije.  Y amenazante, blandía en el aire, muy cerca de su cara, uno de los expedientes morosos.
Sin agitarse lo más mínimo, Inmaculada replicó:
-Estan muertos -dijo.
-¿Eh?  -dije yo.
Sinceramente, Fede,  lo de estar  muerto es una buena  razón para que no  le reclamen a uno  el pago de  las primas del seguro  de vida. Pero tengo tablas,  no me amilano por nada.  Es  difícil callarme.  En seguida se  me ocurrió la  contestación adecuada, la  contestación del profesional avezado:
-En  ese   caso  -dije-,  habrá   que  pagar  el  seguro   a  sus beneficiarios.   La situación  es peor  aún, estaremos  quedando a  la altura del  betún y  el día menos  pensado nos meten  un pleito  y nos funden.
Recordé que el jefe ya me había hablado de esto, de que en cuatro casos (al menos en cuatro casos  que se supiera), habíase detectado la muerte del titular de la póliza sin que se hubiera reclamado por nadie el cobro  del seguro.  Ahora se  confirmaba.  El asunto era  mucho más importante  de lo  que creía  en un  principio, tanto,  que de  lograr averiguar  lo  que  estaba  pasando  podría  incluso  derivarse  algún ascenso.  A  Juanito Estapé  (un compañero),  después de  descubrir un enorme escándalo en la delegación de Vigo, lo habían nombrado director de zona.  Quizás a mí me pasara lo mismo si había suerte.
-¿Y si están muertos, por qué no reclaman el cobro sus parientes? -insistí muy agudamente.  La estaba acorralamdo.
-No pueden reclamar -me informó Inmaculada.
-¿Por  qué no  pueden?  -quise  saber.  Aquella  mujer me  estaba mosqueando.
-No existen -respondió.
-¿Cómo que no existen?  ¿Es  que también los beneficiarios se han muerto -pregunté, a  cada instante más mosqueado.
Inmaculada sonrió tímida, sencilla:
-Es que la beneficiaria soy yo -dijo-.  Yo misma.
Desconcertado, quise saber:
-¿Es usted la beneficiaria de alguna de estas diez pólizas?
-De las diez -aclaró ella, sencilla.
-¿De las diez?  -dije yo asombrado.
-Bueno, verdaderamente -explicó ella-, soy la beneficiaria de las treinta y  tres.  Más exactamente,  de treinta  y ocho, porque  en ese montoncito  de  expedientes  que  tiene usted  delante  faltan  cinco. Treinta y ocho expedientes, esos  son.  Soy la beneficiaria de treinta y ocho pólizas, sí, yo misma, así es.
-¡Carajo!  -exclamé-.  ¡Treinta y ocho pólizas!
-Unos cuantos millones, la verdad -observó ella con simplicidad.
-¡Carajo!  -exclamé otra vez.  ¡Treinta y ocho pólizas!
Sinceramente, Fede, nunca me había encontrado con algo semejante. tenía que pensar."
Agustín agitó los  hielitos de su whisky y se  atizó largo trago. Por  empatía, el  rumor del  entrechocar de  los cubitos  de hielo  se extendió a  lo largo de  toda la barra.  Por  lo visto, aparte  de las cervezas, manhatanes y  daikiris la barra se había  poblado de vodkas, ginebras, whiskys, y  hasta puede que algún perverso  tomara ron.  Le di  un sorbito  al manhatan.   El resto  de la  barra hizo  lo propio. Ruidos diversos, sorbeteos, carraspeos,  chasquidos de lengua, el roce de la ropa al cambiar de postura...  Encendí un cigarrillo.     Silencio!
"Confieso -prosiguió  el alto y  elegante Agustín-, que  me quedé desconcertado  unos segundos.   Eché mano  de los  recursos que  da la profesión:
-¿Familiares, quizás?  -dije, dando a mi rostro esa impasibilidad típica que padecen  los rostros de los auditores,  inspectores y gente así.
-No -contestó-, no tengo ningún parentesco con ellos.  La mayoría son ancianos, solteros o viudos,  sin familia, personas necesitadas de compañía.  En general se trata de  varones, pero no todos, también hay algunas mujeres.  La gente  mayor de la que nadie se  ocupa y que está tan necesitada de cariño, esos son los que han suscrito esas pólizas.
Inmaculada se interrumpió.

(gracias por los ánimos, a ver si consigo que lo lea alguien que tenga una editorial xD)
Blog novela, con zombies:


Ruben&Leiva

Por este relato, incluso entro aqui. Gracias Sandman.

pat garret

muy bueno, me encanta, cuando lo acabes de postear lo metere en un word la novela entera para poder conservarla ;)

Poison Gilr

Yo la tengo en papel y encuadernada.  :^^


Chincha :m_m:

Denn die Todten reiten schnell

Thylzos

Veo lo que hace falta para tenerla en papel, pero Sand, que sepas que haga lo que te haga Poison para merecerlo, yo también puedo y mil veces mejor. Sigue, anda.

Gracias freyi *.*


Cita de: Gambit en 26 de Enero de 2010, 10:25
Follar cansa. Comprad una xbox 360, nunca le duele la cabeza, no discute, no hay que entenderla, la puedes compartir con tus amigos...

Poison Gilr

Thylzos estás a nada de que vaya a tu casa a hacer una masacre X(

Denn die Todten reiten schnell

Thylzos

Cita de: Poison Gilr en 03 de Julio de 2008, 09:45
Thylzos estás a nada de que vaya a tu casa a hacer una masacre X(

Si soy mejor en "eso", soy mejor. Sandman ya decidirá.

Gracias freyi *.*


Cita de: Gambit en 26 de Enero de 2010, 10:25
Follar cansa. Comprad una xbox 360, nunca le duele la cabeza, no discute, no hay que entenderla, la puedes compartir con tus amigos...

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