Freya

El silencio impuesto, lo susurros temerosos de aquellos descontentos a los cuales se les impedía hablar bajo castigo.

Cuantas veces había visto aquello? Hasta dónde podía llegar la crueldad del ser humano? Sus ansías por controlar y rebajar a los demás...

En mi mandíbula se formó una mueca de disgusto mientras mi andar se detenía para observar a un joven leñador que , esta mañana, clavaba el hacha sobre la madera lleno de rabia.

Quien sabe que lo llevaba a ello, un desamor tal vez? o quizás la ira de haber perdido algo...algo que no sabía que tenía pero ahora acusaba su falta. Sellada su boca por temor, quien iba a acabar con aquello?

Mi mirada esta vez se desvió hacia un pato que acababa de alzar el vuelo, huyendo seguramente de algún cazador. Ese día se había salvado...su libertad permanecía intacta.

Fruncí el ceño encaminándome hacia el pueblo sumida en mis pensamientos y con cara seria, quizás lo mejor sería irse, irse y dejar todo esto atrás...pero hasta cuando se podría huir de la esclavitud? Parecía un veneno que se extendía por todo el mundo , y por más que huyese algún día me atraparía, sin duda mas enfrentarme a ella acabaría con mi vida...por lo cual..que debería de hacer?

Me despierto, desayuno y marcho a la Abadía, parace que hay follón por allí, tengo que ver que pasa.

Majapiedra parece ya un pueblo fantasma, al parecer es muchisimo más serio de lo que pensaba, en la abadía de rugan parece que pasaba algo los guardias miraban hacia dentro y cuidaban las fronteras del mismo al parecer alguien intentaba salir, mi curiosidad fue subiendo poco a poco hasta que me decidi ir, la taberna podía esperar, mientras me acercaba vi como la situación cambio los guardias se volvieron a relajar despues de que alguien dentro gritara " Todo bajo control" aún así decidi ir donde uno de los guardias de la entrada.

Acabo de salir de la Abadía, vaya masacre.

Me tapo bien la cara y corro hacia el bosque para pensar bien que debo de hacer ahora.

Freya

Mi paseo matutino llegó a su fin cuando, pasando cerca de la Abadía de Rugan escuché claros sonidos de lucha. Me quedé unos instantes quieta cerca de una pared de piedra con los ojos cerrados para luego negar con la cabeza y ponerme en marcha de nuevo.

" A quien demonios se le ocurre atacar..." puse los ojos en blanco, no era de mi incumbencia mas esperaba que no repercutiese sobre los aldeanos más de lo que ya estaban pasando.

Y de nuevo vino a mi cabeza la duda de siempre, una sencilla pero a la vez complicada pregunta, que no encontraba una respuesta satisfactoria.

" por qué? "

No era algo habitual en mi pero esta tarde lo necesitaba. Así que me dirigí hacia la taberna, no es que tuviese dinero pero esperaba poder hacer un trueque.

Llegué a la puerta y entré.

Me dirijo hacia la casa de Alvea, intentando pasar desapercibido.

De repente, el cielo se ennegrece y unas nubes feísimas cubren la cara de Brishna. Comienzan a resonar truenos y los relámpagos nacen aquí y allá. No tardará en llover y arreciar. Los mineros salen de sus pozos que empiezan a llenarse de agua. Con suerte, mañana no tocará picar. Los ruganitas corren a refugiarse donde pueden.

Un estruendo ensordecedor acaba con el impacto de un rayo en un árbol. A pesar de estar húmedo y verde, la energía del meteoro es tal que la madera se inflama, creando una antorcha de grandes dimensiones que parece imposible de apagar.

Nadie hay por las calles. Y menos desde que algunos dicen haber mirado por las ventanas y haber visto la sombra de la mismísima muerte.

Empapada y tiritando llego hasta la puerta del convento brishnita. La tormenta arrecia y tengo que acercarme al guardia para hacerme oir.
- Necesito ver a la madre superiora. Es urgente.

Mientras esperáis veis una sombra correr como alma que llevara Malak en dirección a ninguna parte. Poco después, aparecen otras dos sombras, siguiéndola.

- ¿Con este tiempo y a estas horas? Pasad, pero dudo que esté despierta.