- ¡Ahh, por supuesto! Disculpadme.

Angelique saca la cajita e intenta formarla una vez más.

La caja ahora está abierta.

Con un temor incontrolable e inconfesable, la mano de Angelique levanta la tapa de la caja.

Dentro, cubierta por una finísima capa de polvo, había una carta, larga, escrita con una caligrafía incomprensible y ya perdida.

- Pero... pero, ¿qué diablos? Catalina, creo que deberías echarle un vistazo a ésto...

Al asombro de Angelique ya nadie le presta mucha atención, Jacqueline ha abierto las puertas bruscamente, haciéndolas chocar contra la pared, y se ha lanzado en brazos de su ama llorando.

- ¿¡Estás bien!? ¡Dime que no te ha pasado nada! Yo... yo... no podía entrar... lo... -echa a llorar-.
- Lo sé, no te preocupes, estoy bien, todo ha sido un malentendido, estamos todos en el mismo bando.

Mientras Jacqueline sigue llorando, Angelique la abraza suavemente con un brazo, acariciándole su larga melena castaña, y echa a andar hacia Catalina, con la caja abierta en la otra mano. A llegar a ella alza el brazo hacia ella para mostrarle el contenido, y aguarda que lo coja. Mientras tanto, invita a alguien a ayudarles, alzando la voz para que pueda oírsela desde fuera, pero sin saber a ciencia cierta si hay alguien ahí aún.

- Monseñor, todo peligro ha pasado ya, ¿querría ayudarnos? He oído hablar de su legendario conocimiento sobre idiomas del mundo, y estoy segura de que querrá ver ésto.

Monçada se acerca a Angelique con una sonrisa en la cara y le sacude una sonora bofetada que resuena en el templo como si se hubiera caído uno de los sillares de la arcada.

- La próxima vez que me llames hijo de puta no saldrás tan bien parada - susurra, amenazante.

Con cara de pocos amigos, coge el papel y lo mira detenidamente.

- No conozco esta escritura. Es demasiado antigua. Por los trazos y los materiales que supongo está hecho este legajo es posible que los caracteres sean de principios de la escritura. Si no recuerdo mal, hay una biblioteca en Madrid que almacena este tipo de conocimientos.

Con una amplia sonrisa, tras el bofetón vuelve la cabeza al obeso arzobispo.

- No esperaba menos, Monseñor. Ahora, solucionadas todas éstas tonterías menores, ¿sabría decirnos dónde se haya esa biblioteca?

- Es la biblioteca central del Instituto Lingüístico Europeo

¿Ahora para Madrid otra vez?, pienso con resignación. Si me hiciesen caso, todo esto no pasaría. Pero no, vamos a pasar del Ventrue. Eso, eso, pasen del único condicionado para dirigirlos.

- Bien, entonces creo que es hora de ponernos en marcha. Catalina, Monseñor, ¿nos acompañaréis?

Angelique echa una rápida mirada fuera, nerviosa, y mira su reloj cada diez segundos aproximadamente, obviamente tiene prisa.

- No Angelique. Mi sitio está aquí. Este pueblo siempre ha confiado en mí para protegerle y no voy a irme. - la santa sonreía.

- Yo volveré con vosotros - declaró Monçada.

"Menos mal, me acabo de deshacer de una de las locas". Mi plan para aislarme del virus comenzaba a dar resultado.

Yo también quiero partir ya, además tengo curiosidad de ver qué dice la carta.