Treinta Denarios. E2. (Matrix) Los trapos sucios.

[Der Metzgermeister]

El viaje en coche a través de la ciudad hasta el punto de destino es rápido, además de ameno gracias a la conversación que da Caronte sobre temas muy variados, tanto triviales como relevantes.

El coche principal en el que se encuentran Caronte y ReI va acompañado de otros dos coches escolta, uno al frente y el otro en la retaguardia. Aparte de servir como señuelos para distraer o barreras para frenar enemigos mientras que el grupo escapa, también servirían para peinar el perímetro y establecer un mínimo de seguridad, de asegurarse que se mantiene el orden.

Al llegar, todos bajan de los coches. Caronte se detiene mientras espera que sus programas se muevan y cojan posiciones hasta que le confirmen que todo va según lo previsto. Mientras, fija la vista en un grupo de tres personas tomando café y camina hacia ellos. ReI sigue sus pasos hacia lo que parece que será el encuentro con los humanos que se hacen denominar "La Resistencia".

[Artemis]

Ah, delicioso. No puedo quitarme el sabor del café de la cabeza. Comparado con la comida real, esta mierda es ambrosía. Aprieto el vaso y lo lanzo a una papelera cercana. Canasta. Da Vinci me mira con muy mala cara. ¿Le habrá salpicado algo de café? Espero que no.
Por una esquina aparecen tres coches de alta gama con cristales tintados. Parecen versiones automovilísticas de los agentes. Mi mano se mueve instintivamente al interior de la americana. Espero que no nos hubiesen tendido una maldita trampa. Algunos tipos se bajan y se dispersan por la zona. Bueno, no son agentes. Vuelvo a respirar y suelto la pistola. Un tipo de pelo largo y con gafas de sol hace intención de acercarse. Inclino la cabeza hacia mis compañeros.

-Psss, creo que es nuestro contacto.

Me giro hacia nuestro hombre. Cuando se encuentra a una distancia prudencial me dirijo hacia el.

-Caronte supongo.

[Idunne]

- Son cuatro dólares

- Aquí tiene, amigo - Y le doy un billete de 10$.

Me giro en cuanto atisbo los coches por el rabillo del ojo. No estoy nervioso.

-Psss, creo que es nuestro contacto.

Eso parece. Asiento a Gideon y musito:

- Todo el mundo atento. Por si acaso.- Espero que Coder también me haya oído.

Me acerco hacia el hombre de gafas y pelo largo y su compañero, de pelo corto y facciones duras. Sonrío hacia ellos. No quiero empezar una misión de manera tensa.
Miro a ambos y me decido a hablar con el hombre de facciones duras.

- ¿Caronte? Soy Nathan, de la empresa "Heimdall", ya sabes, que tenemos un pleito y estamos resistiendo y eso... - lo miro detenidamente. Si era una persona que no tenía ni idea de lo que pasaba - cosa poco probable - me tildaría de loco y se iría. Si era Caronte, funcionaría. Y si era un agente, hubiéramos estado jodidos de todas las maneras. Aún así, me parecía correcto hablar en "clave" por si el tío del café nos oyera o algún transeunte.

[khalanos]

Llevo mis manos dentro de mi abrigo cuando veo aparecer a nuestros supuestos contactos, con dos chasquidos imperceptibles sitúo el selector de tiro del MP7 y la Glock en automático y retrocedo un par de pasos, lo cual me daba mayor ángulo de visión y situaba a Gideon y al capitán como obstáculos en caso de que nos atacasen.

[Deke]

Caronte es el único que no se baja del coche. Sólo está allí observando.

-Bueno, chico, pues te toca a ti. Buena suerte.

Mientras tanto, en la Heimdall, Coder observa que el intercomunicador emite una señal. Se está recibiendo una transmisión de la Nebuchadnezzar.

Al activar al monitor, aparece la imagen de la Comandante Agatha.

-Llamando a la Heimdall. Sólo quería saber qué tal os iba. He embarcado con Lock y los suyos, ya hemos avistado la máquina de guerra en el túnel 27. Yo que vosotros ni me acercaría al 28 ni al 26, por si acaso. ¿Tenéis ya algún plan?

[Der Metzgermeister]

ReI notó como dos de los humanos echaban mano del interior de sus americanas mientras le observaban acercarse.

Están nerviosos.

El tercero de ellos no hizo nada, sin embargo. Se mantuvo calmado y dio un paso al frente al mismo tiempo. Antes de que llegara a decir algo, el grandullón se le adelantó:

-Caronte supongo.

El hombre de en medio habló tomando la voz cantante.

- ¿Caronte? Soy Nathan, de la empresa "Heimdall", ya sabes, que tenemos un pleito y estamos resistiendo y eso...

A continuación ReI miró primero al grandullón y después al hombre que tenía enfrente, no sin antes echar un vistazo de reojo al que paecía quedarse a sus espaldas. Impasible como siempre, les contestó:

- "No soy Caronte. No conozco ninguna empresa llamada Heimdall y no estoy aquí por ningún pleito relacionado con ella. Vengo en nombre de Caronte a atender unos asuntos relacionados con un programa informático. ¿Son ustedes? Discúlpenme si me he equivocado."

[Idunne]

Qué persona más... poco emotiva. Su tono de voz delata su frialdad. Mejor dicho, su no-tono.
Sonrío al escucharlo.

- Sí, eso mismo. Nosotros somos los que teníamos que contactar con Caronte.

Le tiendo la mano en señal de cordialidad.

Yo soy Nathan, éste de aquí es Gideon, y al otro puedes llamarle Da Vinci. Encantado.

Sin esperar mucho, voy al grano.

- Bueno... ¿Alguna idea de por dónde empezar a buscarlo?

[Der Metzgermeister]

- "Yo soy ReI. Caronte me ha encargado buscar a El Caminante y ayudar a la Resistencia."

- Bueno... ¿Alguna idea de por dónde empezar a buscarlo?

- "Sí. Yo mismo lo he avistado hoy en el metro. Habló conmigo. Se bajó en la misma parada que yo. Apareció un Agente en ese momento y huyó. Podemos empezar buscando por allí. Las cámaras de vigilancia habrán grabado algo."

[Artemis]

Muevo la cabeza como gesto de saludo y espero a que terminen de hablar. Mejor dejar esto en manos del Capitán. Las negociaciones no son cosa de soldados. Mi mente divaga mientras les escucho hablar. El caminante...la profecia...Esto promete.

[khalanos]

"Genial" dije para mi al escuchar las palabras del programa "el metro, una pesadilla táctica".

Mi mano derecha seguía aferrando la empuñadura del subfusil así que mi mano izquierda fue instintivamente sobre mi pecho donde sentí el tacto del kevlar bajo la camisa, todo aquello sería falso pero daba algo de seguridad llevar falsa protección ante falsas balas.