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Alt.NWB - Archivo 2: La Fortaleza

Iniciado por ayrendor, 05 de Abril de 2011, 01:16

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ayrendor

#110
Día 1

PdM – 13.

Tareas Obligatorias

Visitar la Academia – 8.

Tareas Opcionales

• Visitar "La Feria" – 7.

• Visitar la "Biblioteca" – 6.


Se reabren las votaciones. Las puntuaciones anteriores se sumarán a las nuevas.


Cita de: Maxus en 17 de Marzo de 2012, 19:07Todos tenemos derecho a ser una personalidad de Ayr. Lo pone en algún sitio de la Constitución uhm

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El tipo


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#116

Xerim volvió sobre sus pasos para después continuar desplazándose hacia el Sur. Por el camino, compró un trozo de queso que le serviría de único almuerzo. Su determinación de seguir adelante con el plan de Moritaka había venido acompañada de una sensación de ansiedad que se había instalado en su estomago. El resultado fue que la porción le resulto totalmente insípida. A pesar de repetirse que no estaba haciendo nada malo, la imagen de su difunta madre no dejaba de acudir a su cabeza. ¿Estaba traicionando el recuerdo de su madre pidiendo ayuda a Nawqo Navayin? Eso era algo que nunca podría saber con seguridad. Él solo podía limitarse a tomar las oportunidades que la vida le diera. Ante todo, no estaba dispuesto a sacrificar su futuro en base a las sospechas y remordimientos de otros.  

Tras enfilar una de las calles principales del barrio, la cual para regocijo de sus piernas era cuesta abajo, llego a la muralla que divida "Las Colinas" y "El Vestigio". La situación de la construcción defensiva era horrorosa. Numerosas secciones no habían sido reparadas desde el gran incendio que arrasó con el barrio. Las puertas dobles no fueron sustituidas y cualquiera podía acceder a la zona interior destinada originariamente tan solo a los soldados. El control que se ejercía sobre la circulación era más bien laxo, habiéndose convertido el antaño hogar del conocimiento en un hogar para ratas, no se consideraba necesario concentrar allí tropas. Por todo ello, a Xerim le sorprendió que un par de soldados, a los cuales los rastros del acné aun permanecían en sus rostros, le detuvieran en una de las brechas. Uno de ellos se encontraba sentado sobre un elevado mojón de piedra observando la escena distraído. El otro, que fue quien detuvo su paso, arrastraba sus pies por la zona mientras sonreía como un niño con un juguete nuevo. Xerim dedujo que debía ser un novato, ya que no portaba ningún símbolo que mostrara quien era el cuidador de sus intereses.  

-Alto ahí alquimista – comenzó con una autoridad inusitada para alguien de su juventud-. ¿Qué oscuras intenciones te traen aquí?

-No creo que lo que yo vaya a hacer sea de tu incumbencia – le respondió con decisión. Aquel tipo no le intimidaba lo más mínimo con su pose chulesca-. Además, el paso es libre.

-No desde que yo estoy aquí, ingrato. Mi debe es velar por la seguridad de los pacíficos ciudadanos – recitó con una entonación solemne memorizada durante sus períodos de formación-.

-Si sabes lo que te conviene, deja de joderme el día y apártate – le advirtió Xerim mientras en su cabeza, la idea de machacar a aquel tipo para desahogar su frustración, se volvía más atractiva cada momento-.

El soldado le examinó con detenimiento cuidadosamente. Su mano se deslizó lentamente hacia la empuñadura del machete que tenía colgado en la cintura. Puede que en un duelo aquel muchacho pudiera dejarle a la altura del betún, pero Xerim tenía un par de recursos siempre ocultos para aquel tipo de situaciones. Por suerte, antes de que la sangre llegar al río, el compañero del novato intervino para pacificar la situación.

-Déjale en paz idiota, es un alquimista. Te cegará, hará que la madera del pomo se funda con tu guante o encontrará otra manera de desarmarte mientras tú intentas adivinar por donde te vienen los golpes.

-No si le corto las manos primero – continuó el fanfarrón -. ¿Cómo hará sus mezclas con los muñones?

-Allá tú, si no es él, lo hará su hermana – insistió el camarada -. Mírale bien, es el hermano de esa que llaman Savage, si deseas aparecer mañana flotando en el puto desagüe córtale la mano.

Xerim fijó su mirada en el otro guardia. A aquella distancia no se había percatado de la banda verde que cruzaba su brazo. En ella estaba dibujada una garra negra, símbolo de los hombres de Veldro. Se confirmaron así las sospechas sobre el corto período al servicio de la ciudad del bravucón. Nadie permanecía más de un mes sin haber sido comprado por un Noble. Los accidentes desafortunados solían ocurrir con frecuencia para aquellos que se mantenían neutrales.    

Las palabras surtieron efecto sobre el joven. Su mano cayó muerta junto a su cadera y retrocedió de mala gana permitiéndole el paso. Xerim se adentro entre las ruinas hacia el gran edificio de la Biblioteca. Costaba creer que "El Vestigio" había sido centro de reunión de eruditos hasta su espontanea conversión en escenario del último enfrentamiento entre Nobles unos cien años antes. Por aquel entonces se conocía como "El Archivo" y, afortunadamente, no todos los documentos que allí se albergaban habían sido pasto de las llamas, cuyo origen a día de hoy continuaba siendo desconocido. Las edificaciones que habían permanecido en pie habían sido apuntaladas y reforzadas. Todo el trabajo recayó en los pobladores de la zona. Ni una moneda proveniente de las arcas de la ciudad fue destinada a la reconstrucción de las casas, el Consejo había preferido dejar aquello como una macabra muestra de que no sufragaría los daños causados por particulares. Así la Biblioteca conservaba a día de hoy la totalidad de sus sótanos, a pesar de que esto era una verdad a medias, y dos de los cincos pisos que la constituyeran antiguamente. Si bien era más preciso decir que partes del tercer piso aun se conservaban, el acceso a las mismas estaba sumamente limitado con el fin de no comprometer la estabilidad del conjunto.


Las puertas de la Biblioteca permanecían siempre abiertas para todo aquel que quisiera consultar los textos que sus cuatro paredes protegían. Xerim cruzó su umbral al mismo que admiraba las esculturas del arco de entrada. Cada una de ellas representaba a una figura literaria de renombre. Él no las conocía todas, pero lo cierto es que el paso de los años sobre la roca no facilitaba la tarea de distinguirlas. Un par de apresurados becarios pasaron a su lado rescatándole de su ensimismamiento. La gente que trabajaba allí eran voluntarios que no recibían remuneración alguna, aunque eso no significaba que no se tomaran muy en serio su trabajo. Aquel hogar del saber estaba siempre muy concurrido por gente de todo tipo, incluso muchos extranjeros acudían a la ciudad solo para visitar sus salas en búsqueda de manuscritos descatalogados o perdidos. La coordinación de todos los voluntarios era un elemento esencial para que todo el mundo pudiera disfrutar de los textos. En el recibidor normalmente siempre había como mínimo un encargado que guiaba a los visitantes y metía en cintura a los becarios más perezosos. Sin embargo, aquel día cada hombre parecía moverse con la rapidez propia de una liebre. El motivo era bastante simple para todos aquellos que visitaran el sitio con frecuencia, puesto que justo en el centro de la sala, tras un gran escritorio de nogal, impartía órdenes y recomendaciones a partes iguales la única encargada que aquel lugar había conocido.
La llamaban Merice, aunque los más cercanos a ella sabían que era solo un seudónimo El motivo por los que ocultaba su nombre, al igual que su verdadera identidad, era un secreto que solo a ella tenía derecho a desvelar. Su estatura era media, se la podía considerar baja en comparación con la mayoría de los hombres, pero daba sus indicaciones con tal firmeza que podía empequeñecer al más alto gandul. Aunque esto pudiera hacerla parecer excesivamente dura, todos sus compañeros apreciaban la seriedad y cuidado con el que llevaba el trabajo, incluso cuando era delegado en ella injustamente. Su pelo moreno caía en rizos sobre sus hombros. La boca pequeña, ubicada en un más bien redondo rostro, encadenaba velozmente palabras mientras sus ojos marrón oscuro cambiaban de objetivo con facilidad. Parecía tratar de abarcar  todo el espacio con su mirada. Cuando alguien se acercaba tras cumplir su cometido no le dedicaba unas palabras de ánimo, pero tenía una habilidad para mostrarles que estaba satisfecha desde su mirada. No siempre se la encontraba allí, puesto que desarrollaba el trabajo de consejera para Veldro, siendo uno de sus agentes más públicos. Tenía amplios conocimientos en los reglamentos que marcaban la vida de la ciudad, lo cual podía ser usado tanto para vías legales, como para aquellas no tan legítimas. Xerim se acerco a ella cuando quedo liberada de sus obligaciones más inmediatas. Ella tomó la iniciativa antes de que él pudiera saludarla.

-Buenos días Xerim. ¿Qué buscas esta vez? – dijo mientras rebuscaba en una alta pila de papeles situada sobre el escritorio-.

-Voy a descender a los sótanos. El volumen que estoy buscando no esta aquí arriba – le aclaró al mismo tiempo que extraía un trozo de papel de su bandolera. Nadie podía descender sin haberlo notificado por escrito-. Aquí tienes.

-Bien, dile a Shopos que bajas de mi parte. Que te de el kit completo de descenso – respondió ella mientras hacia señas a dos jóvenes que trasladaban volúmenes entre salas-. Hemos detectado algún agujero en los suelos del segundo sótano. Sobre todo en la zona Este, así que ten cuidado.

Los sótanos habían sobrevivido al fuego y con ellos todos los volúmenes allí almacenados.  Desgraciadamente todo mapa de ellos había sido destruido. El bajar allí suponía asumir el riesgo de no volver a ver la luz del día. Y si bien habían ideado una serie de ingeniosos métodos, señas y protocolos para evitarlo, era inevitable que en ocasiones sucedieran desapariciones. Xerim asintió y giro hacia las escaleras situadas en un rincón escondido detrás de la gran escalinata.

-Hace mucho que no te veo con Savage – le apuntó Merice, ralentizando su avance-. Esta misma mañana he estado con ella aquí.

-Tenemos unas agendas muy apretadas. Sobre todo ella, ya la conoces – dijo restándole importancia cuando ya casi había llegado a la pequeña puerta enrejada-.

-Deberías intentar acercarte a ella, han sido tiempos duros – le llego antes de colarse por el oscuro túnel.

-Me temo que es demasiado tarde – le respondió ya desde las escaleras donde nadie podía escucharle ya-.


Y, en aquel negro corredor descendente, la oscuridad le dió la razón.
 


Cita de: Maxus en 17 de Marzo de 2012, 19:07Todos tenemos derecho a ser una personalidad de Ayr. Lo pone en algún sitio de la Constitución uhm

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ayrendor

#117
Día 1

PdM – 7.

Tareas Obligatorias

Visitar la Academia – 8.

Tareas Opcionales

• Visitar "La Feria" – 7.

Visitar la "Biblioteca" – 6.


Se reabren las votaciones. Las puntuaciones anteriores se sumarán a las nuevas (aunque, evidentemente, esta vez no es necesario).


Cita de: Maxus en 17 de Marzo de 2012, 19:07Todos tenemos derecho a ser una personalidad de Ayr. Lo pone en algún sitio de la Constitución uhm

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El tipo

¿Es necesario?  :lol:

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