Las palabras de Enzo resuenan todavía en la estancia:
- ¡Pero qué bella sorpresa! Desde que salgo en el periódico, mis visitas aumentan a un ritmo desesperado. ¿Quién hubiese dicho que yo, Enzo Ferrari, conseguiría tantos nuevos amigos el mismo día que ponen precio a mi cabeza?
En la habitación, hay cuatro personas: un netrunner que parece estar hablando con el italiano, dos técnicos que acaban de hacer acto de presencia y con ganas de matar y el ya mencionado Ferrari, un arreglador cuya cabeza (viva, eso sí) vale ahora 750 eurodólares. Este último, inmune a los gestos agresivos de sus visitantes, sigue con su discurso:
- Sin embargo, aún sintiéndome tan conmovido por esta muestra de amor hacia mi persona, no puedo evitarme a qué debo el honor de vuestra tan agradable visita.
F.d.I.: Comienza la primera escena.
-Oh, querido amigo Enzo. Es para mi un placer estar aquí contigo y por fin vernos las caras. Sin embargo parece que ya tienes visita. Espero que eso no sea un problema y puedas recibirnos igualmente.
-En cuanto al motivo por el que estamos aquí, bueno, alguien estafó, mató, y cabreo a alguien.
Enzo levanta las cejas y gira ligeramente la cabeza hacia la derecha mientras te escucha, al parecer sorprendido. Luego se gira hacia el netrunner y te responde con voz afecta.
- Disculpa mi falta de modales, él es Trosek, un compañero de negocios. Y no, claro que no molestáis en absoluto, sólo quería hacerme una consulta sobre la calidad de un producto que le vendí. Acerca de todas esas cosas malas que le hizo alguien a alguien, sólo te puedo decir que siempre fui un tipo honrado que no hace ningún mal a nadie.
Con gesto serio y contrastando con el sarcasmo de mi colega Torak:
-Si una de esas piezas que tiene en la cabeza es de la misma calidad que la que le vendiste a nuestro amigo, que vaya haciendo testamento.
- Te aseguro que yo SIEMPRE, pero SIEMPRE vendo material de calidad. Lo pruebo antes de venderlo con escoria pandillera. Así que, por curiosidad, ¿quién es tu amigo?
-Michael, un técnico al que le vendiste un wearman que le reventó los sesos por dentro.
- Pues no conozco ningún Michael, de hecho, no vendo mierda como wearmans, sólo tecnología de alto nivel tales como sistemas para netrunners.
-Eso debería preocupar a nuestro amigo el Netrunner.
(Le echo una mirada, pensado cuanto tardara su cabeza en explotar.)
-Sin embargo, Michael esta muerto y tu estas vivo. Cosa que me provoca bastante urticaria.
-En cuanto a tus explicaciones, no me convencen demasiado. Sueles moverte en lo que vamos a llamar la "Zona Alternativa" del mercado de la cibertecnologia. Te busca la policía, y según sé, últimamente se han dado muchos casos como este. La suerte no juega a tu favor.
-"Alta tecnología para netrunners". Y un cuerno, ¿por qué te buscaría media ciudad entonces?
El arreglador hace un giro teatral y saca de su chaqueta una pistola. Apunta con ella al techo y os mira de arriba abajo haciéndola girar en círculos.
- Curiosamente, yo me pregunto lo mismo. ¿Por qué cojones me busca media ciudad y se puso precio a mi atlético cuerpo? Espero que me lo puedan explicar o...
No sabrán nunca qué iba a pasar, pues la puerta del galpón se abre de golpe y por ella entra una niña menuda de alrededor de unos diez años. Como el italiano, también lleva un arma en la mano y apunta con ella a cada uno de los presentes.
- ¿Quién... quién de ustedes es Enzo Ferrari? Más... más les vale decírmelo... me las pagará... por mi hermano que me las pagará. -Su voz tiembla con una mezcla de rabia, inseguridad y llanto contenido.
-El viejo ese de la pistola, nosotros también hemos venido por algo similar.
Saco el Colt de mi chaqueta y le apunto.
-Será mejor que dejes eso que lelvas en la mano donde estaba.
-Vaya, esto se esta convirtiendo en una escena bastante surrealista.
Saco mi pistola y también apunto a Enzo.
-Di, niña, ¿Enzo también le hizo daño a tu hermano?
El italiano se ve acorralado por tres armas y da un paso hacia atrás. Cuando va a abrir la boca, la niña se le adelanta.
- No... no me intenten engañar. Él no es Enzo Ferrari... el hombre que le vendió el equipo a mi hermano no era él...
El susodicho mueve la cabeza de arriba abajo de forma afirmativa, como si eso es lo que él hubiese estado diciendo desde el principio.
- ¿Veis?, yo no fui. Vendo Cyberequipo de alta tecnología. Alguien me la está jugando y averiguaré quién. No lo haré solo, claro está. -Sonríe de hito a hito.- Estoy preparado. Metrac, entra que necesito una mano.
De una puerta situada al fondo, sale un hombre corpulento con un brazo de metal, la cabeza rapada y mirada de pocos amigos.
Entra en juego Khalanos.
Con un rapido movimiento de mi brazo de carne y hueso desenfundo una pistola con la que apunto a los dos hombres y a la niña "no me gusta un pelo no tener a mano el armamento pesado" pense "pero al fin y al cabo era una visita de cortesia y todavia guardaba algún juguetito en la manga"
-Si alguien tiene algun problema con la calidad del material de mi amigo puede discutirlo conmigo- dije con tono amenazante -ahora sin son todos tan amables de bajar las armas, podre evitar arañar más mi equipo- termine diciendo mientras indicaba con la cabeza que miraran mi brazo metálico lleno de pequeñas muescas arañadas en su superficie metálica de arriba a bajo como si se tratase de un registro.
En ese momento, la puerta se vuelve a abrir y de ella sale un hombre de veintimuchos años, vestido de negro, con vaqueros, chupa de cuero con una cruz en la espalda, pelo oscuro y corto y de aproximadamente un metro setenta y cinco.
Entra Memnoch.
- ¡Un momento! Ya está bien de charla carente de sentido. Señor Ferrari, tengo cosas que...
En ese instante me fijo de que absolutamente todos en la sala tenían un arma en la mano y se apuntaban entre ellos, incluída la niñita de 10 años que había pasado por mi lado hacía un minuto.
- ¿Pero estáis locos? -digo, sorprendido- Bajad eso por favor, que las carga el diablo. ¿Enzo Ferrari? -al ver asentir al hombre, continúo- Soy periodista, trabajo para el Night City Post y he venido a entrevistarle sobre las acusaciones de que usted vendió ciberequipo saboteado que anda provocando muertes; claro, que yo pensaba llegar antes que los cazarrecompensas. Si quieren -digo ahora dirigiéndome a todos- , puedo esperar a que se tiroteen o lo que quieran hacer, pero si nadie piensa apretar el gatillo les sugiero que se sienten porque aquí un servidor de ustedes está trabajando y no tiene la intención de perder más tiempo del que sea necesario.
Dicho ésto, me encamino a la niña.
- Y tú, pequeña, eres demasiado canija para utilizar un chisme de esos; anda, dámelo antes de que le saques un ojo a alguien.
Extiendo la mano. [Tirada para persuadir]
Tirada de persuasión (éxito)
La niña te mira asustada y conteniendo las lágrimas te tiende la pistola desde el cañón, mientras Enzo contesta sin bajar el arma:
-
Ya lo dije una y otra vez: ¡yo no vendí nada de esos implantes! Que os lo diga la niña, ¿a que yo no vendí nada a tu hermano?-
No, fue Enzo Ferrari. No tú. Enzo es más bajo y feo. -Responde aún con temor en el cuerpo.
Relajando un poco el gesto hacia la extrañeza, sin bajar el arma aún:
-Pudiera ser que le hayan intentado culpar. ¿Pero quién?
- Pegando tiros lo vais a averiguar, sí señor -digo mientras guardo la pistola de la niña dentro de la cazadora-; guarda eso, gamberro, que le estás dando un pésimo ejemplo a esta chiquilla, tú y todos los demás; ¿no tenéis educación acaso? Si mi abuela estuviese aquí os habría dado de guantazos a todos hasta dejaros sin dientes por no saber comportaros como adultos.
Camino tranquila y pausadamente unos pasos adentrándome en la estancia hacia Enzo, me siento donde pueda (silla, mesa; lo que haya) y después de respirar profundamente y poner una pierna sobre la otra, continúo hablando con algo parecido a una sonrisa dibujada en mi rostro.
- Entiendo que para unos "sagaces" pistoleros -destilando sarcasmo- como vosotros sea "sencillo" captar los detalles de una maniobra tan "sumamente compleja" como cargarle el muerto a otro, pero de todas formas el testimonio de una ricura de diez años ni por supuesto el del señor Ferrari me temo que no serán suficiente para ablandar el corazón de la horda de mercenarios que ahora mismo deben estar buscando al señor Ferrari, ni tampoco el de la policía, así que dejad las cosas de pensar para los que solemos pensar a menudo y hasta que yo aclare ésto, no sé, podéis sacarle brillo a vuestras espectaculares pistolas, ¿qué os parece chicos?
Saco una grabadora de bolsillo y la enciendo.
- Y bien, señor Ferrari, ¿tiene algo que decirle a Night City?
Guardo el arma y miro fijamente al recién llegado.
-Tu soberbia me resulta molesta.
Hago una pequeña pausa.
-Hace unas horas estaba tan tranquilamente hablando con mi amigo, cuando de golpe vi empalidecer su cara, y tras eso, explotar su cabeza... Y lo único que tenia era ese nombre, Enzo Ferrari...
-Creo que no tienes ningún derecho a criticar nuestras acciones.
Otra pequeña pausa.
-Sin embargo, visto lo visto, parece estar bastante claro que Enzo no es el culpable, o al menos, este Enzo Ferrari. Así que habla, pues el verdadero culpable ha de aparecer.
Mientras el recién llegado se sienta sobre la mesa, Enzo guarda su arma en una señal de sumisión y se sienta al lado de él. Mira melancólico el horizonte de su galpón, tuerce la boca y deja caer una pesada lágrima, más teatral que verdadera.
- Sí, tengo algo que decirle: Soy inocente. Algún listillo la ha hecho muy bien, pero, ¿sabéis?, yo puedo ser mucho más listo. Y ese engendro me las pagará. Como bien ha dicho el señor éste que acaba de llegar y no nos dijo su nombre, lamentablemente ni mercenarios ni policías ni parientes/amigos de gente muerta por esa mercancía descansará o entrará en razón así como así. -Llegados a este punto, respiró profundamente, se seco los ojos con la manga derecha, se puso de pie y miró a los cinco hombres que había: los dos técnicos, el netrunner, el mercenario y el nuevo.- Para mi pesar, Metrac sólo puede ayudarme a garantizar mi seguridad, pero no encontrar al que me hizo esto. Veo que todos vosotros tenéis motivos para localizarlo, ya sea por venganza o por conseguir una historia apasionante para los periódicos, así que os propongo una cosa: ayudadme a vengarme descubriendo al canalla, protegedme para que llegue a encontrarme con él y si lo conseguís, llenaré vuestras cuentas bancarias.
Una mueca semejante a una sonrisa se dibuja en mi inexpresiva cara, no me gustaba nada tener que trabajar en grupo y menos con semejante panda pero la llamada del dinero me hizo bajar el arma, que no guardarla.
-Ya sabes que puedes contar conmigo- dije con mi caracteristica voz apagada -aunque antes me gustaria verificar el carnet de prensa de este supuesto periodista-
-Los motivos de los demás me traen sin cuidado, el dinero no me disgustaría, pero es secundario.
Guardo el arma, que no va a ser necesaria ya.
-¿Alguien aparte de la niña sabe algo del individuo ese?
Habiendo ignorado completamente el relato sobre amigos a los que les explota la cabeza de aquel tipo al que no recordaba haberle preguntado nada, centré mi atención en Enzo hasta que terminó de hablar. Tras ello me percaté que era cierto, no me había presentado, ¡menuda falta de educación!
- Ohh, mis disculpas. Me llamo John Valentine y ya he dicho dónde trabajo, y siempre que pueda conseguir una buena historia estoy dispuesto a ayudarte, siempre que después de que se aclare todo pueda entrevistarte de nuevo en exclusiva; no quiero verte concediendo entrevistas a esos mamones del Night City Today, ¿ehh? Ya te daré mi número de cuenta cuando pase todo ésto.
Me levanto y hago crujir el cuello con un ligero gesto de molestia, debería haberme tomado los tranquilizantes para dormir mejor la noche anterior. Camino hacia el tipo del brazo metálico y mientras saco la acreditación del bolsillo interior de la cazadora, me dirijo a él.
- Hablas como si supieses distinguir entre un carnet de prensa auténtico, uno falso o un carnet de videoclub. Míralo -digo, acercándome a él y poniéndoselo cerca de la cara, para que pueda verlo bien-, ¿te gusta? Antes era más bonito, pero con el uso se ha ido arrugando, una auténtica lástima. Le pediría otro a mi jefe, pero, ¿para qué? Tampoco voy a sorprender a nadie con él.
Vuelvo a guardarlo en el mismo sitio una vez el orangután esté satisfecho de contemplar el trozo de papel plastificado, y hecho eso me vuelvo hacia el último tipo que habló y miro a mi alrededor, esperando que alguien más decidiese aportar alguna respuesta en lugar de más preguntas. Menudo grupo. Tenía la triste impresión de que ésta iba a ser otra de esas noches.
Enzo sonríe al comprobar que ya no se lo apunta desde todas partes y guarda su pistola, mientras le hace una seña a su mercenario para que haga lo propio. A continuación, se vuelve hacia el técnico y le contesta.
- Lamentablemente, sólo tenemos lo que nos pueda decir ella. -Luego se vuelve al periodista y le contesta.- Por supuesto, si las cosas salen bien, con gusto me entrevistaré para vuestro periódico. Ahora, aclarados estos temas, como veo que no cuesta mucho llegar a mí escondite, ¿qué les parece si nos buscamos un lugar mejor para que me aloje? Para evitar que me maten y eso. Conozco un lugar cerca de aquí que nos puede ser útil.
- Pues vamos.
Camino hacia la niña, le ofrezco la mano con una sonrisa y con voz dulce le pido que me acompañe.
- Vas a tener que ayudarnos a encontrar al malo, ¿vienes conmigo?
La niña te toma de la mano y salís todos a la calle. Están en plena noche y la oscuridad se hace latente. Por la calle no parece pasar un alma y además de negrura, notáis la soledad. Una veis cerráis la puerta del galpón a vuestras espaldas, algo rompe la tranquilidad: cinco motocicletas imponentes en las que van montadas hombres igual de imponentes entran en escena a toda velocidad. A los dos técnicos no les cuesta mucho distinguir que son los motoqueros con los que hablasteis en el bar sobre Enzo. A unos metros antes de llegar a vuestra altura, veis cómo alzan las armas apuntando a vosotros y gritan con enojo.
- ¡Nos las pagarás, maldito italiano!
A Enzo, en tono mordaz:
-Para el próximo escondite asegúrese de que los camareros que "le quieren como a un hermano" no lo conozcan.
Alzando las manos y gritando a los moteros:
-¡EH, EH! Calma, éste no es al que buscáis.
"Calma, este no es el que buscais" pienso mientras una tos gutural que en otro tiempo habría sido una carcajada surge por mi garganta "este tio ha salido del sotano de su madre o es estúpido"
Acto seguido llevo mi diestra a por la pistola a la vez que escucho como mi juguetito se arma en mi hombro izquierdo y alzando la pistola disparo con ambas armas intentando alcanzar con cada una a uno de los moteros.
Mientras uno de los técnicos grita, el otro, junto con el netrunner y Enzo se tiran al suelo con las manos sobre la cabeza. John toma a la niña con fuerza de la mano y la arrastra detrás de un coche a salvo de los disparos, a la vez que Gregor descarga parte de su arsenal sobre las motos.
Tirada enfrentada de iniciativa (ganan los motoqueros)
Un par de disparos van a parar al hombro izquierdo del mercenario, que da un paso para atrás por el impacto. El resto de las balas resuenan sobre el galpón al chocar contra el metal de su pared. Metrac arremete contra las motos, que en ese momento se alejaban a toda velocidad después de ver que se enfrentaban contra más de los que esperaban y logra que una se vuelque dejando en el suelo al hombre que iba montada en ella. Sus compañeros lo dejan ahí tirado y se pierden en el horizonte.
Sin dejar de apuntar con la pistola al motero abatido giro el cuello para observar si me han causado algún desperfecto en el hombro "mas les vale no haberme jodido el láser"
Evidentemente molesto por la actuación del Panzer:
-Genial, aún tendremos que lidiar con un ciberpsicópata.
Miro atrás a ver cómo están los otros, en especial Torak y la niña.
Enzo se levanta del suelo seguido del Netrunner y Torak. Los tres parecen estar ilesos y aparte de algo aturdidos, no tienen ninguna otra herida. Sin tardar mucho más, os encamináis a la pensión donde se quería alojar Enzo. Es una pensión de siete pisos más o menos, en un edificio de ladrillo que apenas se puede mantener en pie. La recepción tiene unos sillones negros situados uno en frente del otro y un escritorio detrás del cual se sitúa el recepcionista, un adolescente pecoso, con gafas, alto y delgado que lee atentamente un periódico. Al veros llegar alza la vista, se sube los anteojos y os pregunta con voz insegura:
- ¿Se les ofrece algo?
Miro a Enzo con una mezcla de curiosidad e impaciencia.
- No sé, ¿se nos ofrece algo? Si tenemos que hablar algo que sea cuanto antes y en un sitio un poco más discreto que la recepción de una pensión, y si no yo pienso que con hacer un par de llamadas podremos encontrar otro sitio al que dirigirnos para continuar investigando.
-Lo mismo se nos ofrecerá una habitación o algo. Que es lo que se supone que hay en las pensiones y eso.
- Vaya, no sabía que aparte de pistolero fueses pensador. A lo que voy es que no me apetece perder el tiempo, la persona a la que buscamos no estará sentada esperando a que lleguemos a tomar té con pastitas y cuanto más tiempo tardemos en dar con él más nos va a costar.
-Cierto, y fíjate que con toda esta demostración de impaciencia y TENEMOS UNA PUTA PRISA, el chaval este ni se ha movido. ¿A qué esperas a darnos una habitación?
El recepcionista os mira mientras habláis y va abriendo los ojos a medida que la discusión iba aumentando de tono. Al final, medio temblando, se levanta y saca de debajo del escritorio una maleta con unas cuantas llaves dentro. Con voz insegura os dice:
- Tengo libre cuatro habitaciones, puedo darle al señor la del segundo piso, que está en bastante buen estado. Son diez eurodólares la noche.
Le planto 60 eurodólares en la mesa y cojo la llave.
-También nos gustaría que nadie nos molestara, y en el caso que fuese necesario tú o quien sea nos avisara antes de que vamos a ser molestados, ¿entendido?
Empiezo a ir a la habitación esa.
El recepcionista coge el dinero apresurado. Mira fijamente a Enzo, desvía sus ojos al periódico y traga saliva. Luego vuelve su rostro hacia ti y dice:
- De nada, señor. ¿Puedo servirle en algo más?
-Sí, que recuerdes que no queremos ser molestados. Ese señor -apunto con el dedo a Gregor- es bastante susceptible con el tema de la intimidad.
- No hay problema, señor. La tercera habitación del segundo piso.
Os dirigís a un ascensor destartalo en el cual hay pintadas de unos tales "machos". Apretáis el botón del segundo piso y vais a parar a un pasillo con escasa luz y donde las paredes se caen a cachos. Os aproximáis a la habitación que os indicaron y os encontráis con una estancia de alrededor de diez metros cuadrados, con una cama en el medio cuyas sábanas y colchas están deshechas y maltrechas y con una puerta en la pared derecha que parece dar al baño.
Observo la habitación con evidente asco y murmuro por lo bajo una sarta de improperios.
-¿Cuánto tiempo vamos a estar aqui?- pregunto a Enzo
Enzo se tira sobre la cama con las manos detrás de la nuca y os mira desde allí.
- Yo hasta que limpiéis mi nombre y tengáis al que me ha puesto contra la ley. Vosotros poco tiempo, que tenéis que limpiar mi nombre y conseguir al que me ha puesto contra ley.
-¿Por donde empezamos?- digo a Enzo -¿quién podría querer verte muerto?-
Visiblemente cansado de la parsimonia del grupo a la hora de tomar decisiones, le susurro algo a la niña al oído y salgo del cuarto discretamente.
Enzo se sorprende al escuchar el comentario de su mercenario, alza las cejas y le responde:
- Eso es cosa de ustedes, mientras me traigan al hijo de puta ése, como si cogéis a la niña y la...
Cuando iba a ofreceros una descripción sobre cómo sacar información a crías de once años, el periodista entra de golpe en la sala gritando:
- ¡Eureka!
-No, si tendrá recursos el hombre y todo.
- ¿Lo dudas acaso? Me han concedido el premio de la E.A.N.D.P.C.Y.E. de hace dos años por mi excelente y afilado artículo sobre la corporación EBM y no he sido nominado varias veces más en otras ediciones por mi impecable manicura ni por mis sobresalientes habilidades en el claqué. Ya podéis dejar de pensar si queréis, que ya me he ocupado yo de averiguar dónde tenemos que ir; nos dirigimos al barrio Chino.
Hago un barrido con la vista entre los presentes.
- Rambo, Lucky Luke, musculitos, ¿me acompañáis? Cuanto antes lleguemos antes terminaremos. Tú, pequeña -dirigiéndome a la niña ahora-, tienes que acompañarme, estamos a punto de coger al malo y tienes que decirme si es él.
Echo una última mirada a los presentes y tras hacerles un gesto con la cabeza para que me acompañen, salgo de la habitación y me dirijo a mi vehículo.
-Pues sí que tiene recursos, sí. Vamos allá
Y salgo de la habitación en pos del periodista.
Dirigidos por el periodista crecido por su reciente logro, bajáis del hotel dejando al italiano con la palabra en la boca y subís a vuestros respectivos vehículos. La noche va tocando su fin y veis a lo lejos el asomo del Sol en el horizonte, sentís el cansancio de una noche en vela a medida que os adentráis por las ahora más pobladas calles de Night City: pandilleros rezagados salen de sus escondites donde se ocultaban de la policía, borrachos dejan sus recuerdos digestivos en la acera y arregladores toman sus cosas de vuelta a casa luego de otra noche de trabajo. Al cabo de quince minutos de viaje a la luz del emergente amanecer, llegáis a un sitio donde la arquitectura cambia y pasan a tomar parte las ondulaciones típicas de oriente.
Cierro la escena aquí, mañana a la mañana con la cabeza despejada os abro la siguiente.